domingo, 19 de febrero de 2023

Pedro Emiliano y pancho

A principios de los años cuarenta del siglo XX, el joven profesor Jesús Sotelo Inclán fue a buscar, a los pueblos de Morelos, “las huellas del hombre terrible, asesino y destructor” que fue Emiliano Zapata. Se encontró, en cambio, “con el vivo recuerdo de un luchador implacable, sí, pero con una causa justa y un limpio ideal”.
Esos viajes transformaron a Sotelo Inclán, que vio en la realidad del campo de Morelos y en sus largas pláticas con los campesinos un Zapata muy distinto al que había aprendido a aborrecer en su infancia y juventud. Finalmente, llegó a Anenecuilco, el pueblo natal de Zapata y al cabo de algún tiempo se ganó la confianza de Francisco Franco Salazar, primo de Zapata, a quien éste le había dado a cuidar los títulos, mapas y papeles del pueblo que él, a su vez había recibido de manos de los ancianos del pueblo cuando fue electo presidente de la Junta de Defensa de Anenecuilco, en 1909.

 https://drive.google.com/file/d/1fSqsPcpud9HRsYVJNO2gs09fWFYCe606/view?fbclid=IwAR0lrco3LKav68pW6NZ75LrAnUIEm7hCjH8LrpoCoE0mgQK4KxoXpfymftY



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